En este momento estoy a punto de piratearme un ejercicio cretivo de una gran amiga, el cual consiste en ir tomando diariamente una letra del abecedario y hacer una entrada acerca de una palabra que empiece con dicha letra. Aunque dudo mucho tener la disciplina de hacer esto diariamente, si me gustaría al menos comenzar esta serie de posts al respecto. Y quien sabe, puede que al final si escriba algo realmente bueno. O no, y sólo llene espacio en el blog. No es importante, en todo caso.
En mi mundo hay un bueeen de palabras con la letra A que podrían ser especialmente significativas para mi. Atípico, automatismos, amor (o desamor, mas bien), apatía, admiración, y un no tan largo etcétera. Sin embargo, copiándole hasta la primer palabra al ejercicio cretivo de mi amiga, creo que la que más me ha marcado de toooodo el montocito de palabras con 'a' fue Australia.
Durante la preparatoria tuve la gran oportunidad de irme como estudiante de intercambio a Australia, en la Sunshine Coast, ubicada a 1 hora (2 en tren) de Brisbane, la capital del estado de Queensland. El pueblo en si no tiene ningún lugar especialmente famoso que pueda recalcar, a excepción tal vez del Australia Zoo, publicitado como Home of the crocodile hunter, refiriéndose con ese nombre a Steve Irwin (si, idolatran al cabrón, hasta había una estatua de él en una de las tantas playas).
Ahora bien, si la experiencia de Australia fue realmente un parteaguas en mi vida fue por varias razones.
En primer lugar me permitió conocer a un montón de gente bastante interesante. Lamentablemente he perdido contacto con muchos de ellos, cosa que realmente lamento (no se me da mantener amistades, pero explicar el porque no tiene cabida aquí). Sin embargo, aún hablo con algunos de ellos y a pesar de que no los frecuente como debería siempre los consideraré una parte importante de mi vida.
En segundo lugar me permitió ver como sería la vida sin mi familia. Debo de decir que fue más difícil de lo que creí y al final me veía extrañando detalles de ellos que en casa me parecían de lo más mlestos. A pesar de lo anterior, no mantuve mucho contacto con ellos, de lo que no me arrepiento, ya que así fue más difícil extrañarlos.
En tercer lugar y más importante de todas, me permitió hacer muuuuchas pendejadas. Me explico. A lo largo de mi vida siempre he tenido mucho cuidado en lo que hago. Más de lo necesario. Pienso las cosas treinta mil veces antes de hacerlas y eso me ha costado muchas cosas. Pero allá no fue así. Cometí muchos actos impulsivos y aunque me quedé muy corto comparando mis idioteces con las de otros, realmente fue un cambio respecto a lo que era antes. Y me hizo ver que no estaba tan mal no pensar antes de actuar... siempre y cuando existieran ciertos límites. Me gustaría poder aplicar eso más seguido en mi vida, pero realmente me es difícil. Sin embargo, hubo un gran progreso en esos meses que estuve lejos de casa.
Para finalizar mi entrada, que en retrospectiva se me antoja medio emo, quisiera decir que realmente me gustaría volver. JAMÁS sería lo mismo, pero el pensar en ese lugar realmente me dejó con cierta nostalgia que probablemente sólo pueda curar caminando de nuevo por las playas australianas. ¡O quizás lo único que lograría sería agravarla! No tengo ni idea, lo que si se es que en serio se antoja, caray.